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PRÓLOGO

Como todos sabemos, los “okupas” ocupan: entran en nuestras casas y se instalan para no dejarlas, salvo, si acaso, por la fuerza. Los Okupas de estas narraciones también ocupan, inesperados, ilegales, incluso brutales, y se instalan, pero no en nuestras casas, sino en nuestras mentes. A veces imprevistos, explosivos, violentos, a veces de a poco, imperceptibles.  Así, nadie está a salvo de estos okupas; los personajes que hacen estas historias son apenas un ejemplo, una mera posibilidad, sin embargo usted que lee estas líneas y yo que las escribí bien podríamos ser los ocupados. 

Siete relatos componen este libro. En El Mundo de Lena, el personaje-narrador, escritor de profesión, se ve repentinamente ocupado por una desconocida, que, así y todo, da consistencia a su mundo. En la siguiente narración, la joven Azahara, que le da el título, irrumpe en la vida de un célibe profesor universitario trastocando su bienamada rutina, aunque, quizás, no para mal. La Fortaleza presenta una experiencia más imaginable para el lector, porque la okupación presentada es interior, y por tanto ya fuera de la realidad. El Otro, que bien podría ser una pesadilla, es el encuentro de un escritor con otro sí mismo que, a hurtadillas, ha entrado en su mundo. Similar situación presentan Juan, el Autor de Novelas y El Reencuentro: dos mundos paralelos que no se cruzaban, hasta que uno invade al otro; los resultados serán devastadores. En El Mendigo, un hombre de éxito tanto en su profesión como en el amor, es forzado a su otra vida paralela en la que, aun siendo él mismo, es otra persona.

La concepción de los mundos paralelos, del físico Hugh Everett, allá por los años 50 del siglo pasado, no puede no considerarse en el momento de soñar, o quizás deba decir “ensoñar”, una historia: es una concepción realmente fantástica, sin necesidad de recurrir ni a magia ni a seres inimaginables, ni a extraterrestres ni a muertos vivientes. Simplemente se trata de que alguien ocupe el mundo paralelo que le corresponde. Y al hacerlo, se topa con dos realidades. Ahí está la historia.

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EL MUNDO DE LENA

En realidad lo supe siempre, desde que llegó a mi casa y entró como si hubiera vivido conmigo toda la vida. Lo hizo bien, debo admitirlo. Llamó a la puerta, y cuando abrí simplemente entró cargando una bolsa de supermercado. Quedé perplejo ante su desparpajo. A medida que iba con decisión por el pasillo, sin darse vuelta, dijo que había olvidado la llave; un día se iba a olvidar la cabeza; no me había interrumpido, ¿no? Sagradas que eran mis horas delante del ordenador con mis personajes y mis cosas, dijo casi exactamente y todavía me pregunto cómo sabía todo eso, salvo que me hubiera estado espiando, o incluso hubiera estado indagando en la librería de enfrente, donde compro y mantengo largas charlas con Sebastián, el librero.

Fue derechito a la cocina. Yo, todavía perplejo junto a la puerta abierta, la observé. Dejó la bolsa sobre la mesa y miró a su alrededor. Ahí la pillé: dudaba, buscaba con la vista; no sabía dónde se colocaban las cosas. Pero callé. Era hermosa. No me imaginaba una mujer tan hermosa, y mucho menos una mujer tan hermosa que con toda naturalidad entrara por la puerta de mi casa; casa de soltero convencido, debo añadir. Quería engañarme, seguro, pero yo la engañaría a ella porque me dejaría engañar; y a ver quién salía ganando. Lo decidí en ese instante, mientras la miraba. Se subía al banquito para alcanzar el armario más alto. Llevaba unos vaqueros rosa, ajustados, o mejor dicho pegados al cuerpo. Pensé en una estatua de perfección griega, Afrodita indudable, coloreada y en movimiento.

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